viernes, 2 de diciembre de 2016

PARÍS (del libro "Poemas de talco" de Carmen Andrade)








     Sabemos por cartas de navegación que el párpado de los peces tiembla. Sus órbitas se llenan de gas debido a la desidia humana. Los especímenes muertos se acumulan así a flote.

     En el Louvre a cierta distancia en traje de buzo, los pomos apuntan a Normandía. Rousseau fallece. La lluvia pica zapatos en la región de los truenos, espina, relámpago, cálida pólvora por los hombros diurnos.

     Es lunes. Hoy tus uñas saben a aluminio, la piel de la cobardía, un rosario de penitentes acoge. Mujeres pálidas en camisón tal vez habitan encharcados teatros y ese tiritar de piedra. Se deshilachan las nubes, han venido tarde este año. No se oye el canto de la tórtola ni vaga la alondra. Pintados en el cielo cuelgan todos los enigmas.

     Quien mira al cielo enhebra un temblor, quien va a la caza de foráneos no vuelve hasta la Epifanía. La lluvia pica zapatos de anticuario, es el orden que nos contempla. Así sea el gemido de una llegada, calzar el miedo y pisar con sospecha cornamentas de un diluvio, huesos de monje enterrado. Compás, cuero, muda nieve perpetua tras la retina. Un brillo en estado incipiente. No trotan los ciervos ni hay nudos de higuera. Se adormila en uniforme Rousseau en el Louvre. Del Sena viene un murmullo que sólo conocen los fotógrafos para evitar la polilla. París no es nombre de viento. Redacta su espanto con carga eléctrica. Por aquí no se oye el canto de la tórtola ni se hace al invierno la alondra. París brama, en el Louvre en traje de buzo a cierta distancia un torso.












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